La casa de mi abuela
con sus bullicios falsos
guardados por el tiempo
con su techo de vigas
carcomido por la historia
que se ha quedado quieta
para no molestar a las arañas
arañas chimuelas
que tejen su pecado
y destejen el castigo
uñas cubiertas por el polvo
engrido
como cordón umbilical
a un matriarcado que aún resiste
sus risas que se escapan
medias fingidas, medias reales
el café de la tarde
con dos cucharaditas de envidia
y un chorrito de histeria
los abrazos bochornosos
que se despliegan
al caer la corcholata
todas las cosas que se dicen
todas las que se callan
los trapos sucios deberían
NO lavarse en casa.
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